Como bien dice su lema “Alustante, que con pocos hay bastante” pasó de algo
más de mil habitantes a principios de siglo a pocos más de doscientos en la
actualidad. La fidelidad de aquellos que marcharon mantiene cierta actividad de
fines de semana y periodos estivales.
La recuperación de antiguas moradas no sin cierta coquetería ha logrado
mantener el carácter de un pueblo endurecido por un clima a veces muy extremo,
un lugar ubicado entre tres provincias y a lomo de la sierra de Albarracín en
plena cordillera Ibérica que ha logrado de aquellos que una vez marcharon en
búsqueda de sus destinos, regresen periódicamente a sus añoranzas con aquellos
que serán su mañana, sus hijos.
Un paseo por el pueblo, nos llama la atención la variedad y abundancia de
rejas que decoran sus balcones y ventanas en un alarde artístico de lo regio,
bello y práctico. Desde la recoleta plaza de la Casa del Lugar se nos insinúa
en lo alto la Iglesia de Santa María de la Asunción a la cual accedemos
callejeando por su pasado como colofón a nuestra visita y desde la cual podemos
admirar la vega.



Una marcha a la fuente de los Arrieros y desde sus más de 1800 metros, impregnarse
de la inmensa paleta de colores otoñales del Parque Natural del Alto Tajo, una fría
noche al abrigo de un refugio, sentirse insignificante ante la bella e inmensa
profundidad de los cielos en un derroche incomparable de astros, cabalgar con
la imaginación sus lomas desde lo alto de un mirador, un paseo por los entrañables
pueblos de la Sierra de Albarracín, embriagarse con los colores y olores de sus
mercados, disfrutar de la cálida acogida de sus vecinos, recuperar sentidos y
maravillarse con ello, un lugar ideal para practicar la cercanía, compartir sentimientos
y experiencias.