miércoles, 28 de diciembre de 2011

Alustante



Como bien dice su lema “Alustante, que con pocos hay bastante” pasó de algo más de mil habitantes a principios de siglo a pocos más de doscientos en la actualidad. La fidelidad de aquellos que marcharon mantiene cierta actividad de fines de semana y periodos estivales.





La recuperación de antiguas moradas no sin cierta coquetería ha logrado mantener el carácter de un pueblo endurecido por un clima a veces muy extremo, un lugar ubicado entre tres provincias y a lomo de la sierra de Albarracín en plena cordillera Ibérica que ha logrado de aquellos que una vez marcharon en búsqueda de sus destinos, regresen periódicamente a sus añoranzas con aquellos que serán su mañana, sus hijos.




Un paseo por el pueblo, nos llama la atención la variedad y abundancia de rejas que decoran sus balcones y ventanas en un alarde artístico de lo regio, bello y práctico. Desde la recoleta plaza de la Casa del Lugar se nos insinúa en lo alto la Iglesia de Santa María de la Asunción a la cual accedemos callejeando por su pasado como colofón a nuestra visita y desde la cual podemos admirar la vega.






 
Una marcha a la fuente de los Arrieros y desde sus más de 1800 metros, impregnarse de la inmensa paleta de colores otoñales del Parque Natural del Alto Tajo, una fría noche al abrigo de un refugio, sentirse insignificante ante la bella e inmensa profundidad de los cielos en un derroche incomparable de astros, cabalgar con la imaginación sus lomas desde lo alto de un mirador, un paseo por los entrañables pueblos de la Sierra de Albarracín, embriagarse con los colores y olores de sus mercados, disfrutar de la cálida acogida de sus vecinos, recuperar sentidos y maravillarse con ello, un lugar ideal para practicar la cercanía, compartir sentimientos y experiencias.




jueves, 17 de noviembre de 2011

Biar



Aunque comparte con Villena la prehistoria del valle, en el reparto de los reinos, los límites fronterizos lo ubicaron en el lado opuesto, perteneciendo a Aragón mientras Villena quedo en  Castilla, según el tratado de Almizra.




Situado en un anfiteatro formado por montañas suaves que la rodean y protegen, nos encontramos con un apacible pueblo, al abrigo de un imponente castillo. Un paseo por sus calles, plazas, múltiples puertas, caserones y solitarios rincones nos colman de paz, los recorremos buscando entre los decorados de la historia, un pasado que nos turba, que resiste a ser olvidado.



Accedemos al Castillo, prototipo de tiempos algo más alborotados, ahora alimentado de silencios que entierran su agitado pasado, nos sorprende el municipio, exigiendo gabela por la visita, que nos resulta aséptica, fría y condimentada con tecnología en un fracasado intento futurista fuera de lugar.










Ascendemos por los diferentes pisos acompañados y distraídos por una fría voz en off, cuyo compás, apresurado a veces,  lento o ausente en otras, difiriendo con mucho del ritmo o la falta del mismo que requiere el sentir,  lo que nos impide admirar y disfrutar de estos lares.



Por fin salimos del frío pasadizo del tiempo, conquistamos las almenas de la torre del homenaje y como ave de presa en su atalaya avistamos, la vega del Vinalopó, la cañada, el puente romano, los montes que nos rodean, de nuevo retornan las sensaciones, de nuevo gozamos de la capacidad de sorprendernos.







Buscamos la iglesia de la Asunción, templo de gótico tardío, que solo podemos apreciar desde el exterior, destaca la barroca torre del campanario, una recoleta plaza nos permite admirarla con perspectiva y despedirnos del templo.



 
Finalizamos este recorrido en Pozo de las nieves, construcción compuesta por un pozo recubierto de una bóveda de fábrica, se utilizaba en el pasado para acumular y conservar nieve, disponer de la misma durante el verano.




miércoles, 12 de octubre de 2011

Villena


La Muy Noble, Leal y Fidelísima Villena, titulo otorgado por Carlos V, pasa casi desapercibida, a la salida un túnel, si no miras atrás pierdes una vista espectacular del Castillo que la corona, solo subiendo hacia la meseta central es cuando desde la lejanía se anuncia prominente y señorial.


Según nos cuenta nuestra acompañante al castillo, en el villorrio dejaron su impronta desde Íberos, Almohades, Castellanos y Franceses, entre líneas nos deja ver que no guardan mucha simpatía por los caprichosos Castellanos y muy mal recuerdo de los Franceses.


Desde el poderío de sus almenas podemos apreciar el valle del Vinalopó, cuyas aguas bañan la cuenca rica en viñas para ir a desembocar en las salinas de Santa Pola. Desde el mismo lugar que el Infante Juan Manuel bañara sus apólogos con el Conde de Lucanor en la desaparecida laguna de Villena.



Abandonamos el recio lugar, descendiendo por estrechas y empinadas escalinatas, adivinando el dificultoso esfuerzo que se derrochaba en los asedios a estos lugares. Andadura, entre historia y fábula que culmina en la tranquila plaza de la iglesia de Santa María.





Al recogimiento habitual del templo sumamos la sensación de esplendor que proyectan sus blancas y helicoidales columnas. Nos entretenemos siguiendo la filigrana hasta lo más alto en los ábsides donde se entrelazan los nervios que sustentan la grandeza,  nos relajamos en la sencillez del altar


El ayuntamiento custodia con orgullo en el museo el Tesoro de Villena, unos 10 kilos de objetos su mayoría de oro, datados del año 1000 a. C. “originales y no copias”, presume el responsable de la exposición.








No podemos abandonar Villena sin visitar la ermita de las Virtudes, camino a Yecla y a poco más de una legua, nos sorprende gratamente su magnitud. Anexo a un precioso patio esta el santuario, con suerte nos encontramos con el guarda y nos puede enseñar orgulloso el camarín de la virgen, notable estancia decorada con frescos dignos de los templos más importantes.






Satisfechos, nos recogemos en la búsqueda de un lugar para almorzar y saborear las sensaciones acumuladas de este “lunes”

domingo, 17 de julio de 2011

Boquerón de Estena




 
El Estena, nace a pie del Rocigalgo, atraviesa Cabañeros por el norte, abriéndose paso a través del Boquerón del Estena para desembocar en el Guadiana.


El viaje, se inicia en el arroyo del Chorrillo, un pequeño puente de madera,  una senda nos lleva por la unión de dos cauces, deambular entre el espacio tiempo, el antes y el ahora se mezclan, percibimos de alguna manera las sensaciones de los antiguos moradores de estos predios.


Los Torreones del Estena, ásperos, desabridos se precipitan sobre las aguas, testigos del pasado marino de estos lares, preludio de la alianza del Chorillo con el Estena a la sombra de Nuestra señora de la Antigua, Ermita que desde las alturas bendice la fusión, la coyunda de ambos ríos, puerta de piedra que nos introduce en el Boquerón, sensaciones encontradas.


El río de los tres bosques, nos transporta a través del bosque mediterráneo, de ribera y de relictos, espacio que fuera entorno y medio de pastores, carboneros, corcheros y cesteros que sobrevivían de rebaños bovinos, de madera para generar carbón vegetal, de alcornoques que tanto abundan y de los mimbres que adornan las orillas del Estena.


Viajando en el tiempo nos encontramos con vestigios de vida anteriores a los homínidos, restos de los mares en forma de fósiles, gigantescos gusanos, ahora testigos de piedra, cierta perplejidad nos invade, dónde queda la escala del espacio tiempo que manejamos, la gracilidad del vuelo de una mariposa, nos embelesa y nos ubica en lo desproporcionado, dejando sin respuesta tantas preguntas..


Una barrera, una finca privada, el Estena prosigue alegre, retozando ajeno al tiempo y a lo privado, no nos es dado más espacio, volvemos sobre nuestros pasos,  gozando de cada rincón como si el tiempo tampoco fuese con nosotros.




viernes, 17 de junio de 2011

Cabañeros



Parque nacional, Zona de protección para aves (ZEPA), Lugar de importancia comunitaria (LIC), casi un campo de tiro, el 47 % es propiedad privada, un rincón en los montes de Toledo por cuyos caminos merece la pena perderse, flanqueado de pequeños pueblos.



En un infructuoso intento de domar el monte, se pusieron en práctica diversos planes de explotación que han dejando su huella en la orografía, se mezclan monte bajo, bosques, llanuras, dehesas, valles y gargantas, hasta su protección las grandes fincas se utilizaban para monterías y caza mayor.


Desde Horcajo de los montes, en un paseo de poco más de una hora accedimos entre, quebradas, rocas, escaramujos, lentiscos y romeros a la cascada de la chorrera. Más recibimos del camino que de la misma chorrera que escondida entre arboles y rocas casi pasa desapercibida.



Serpenteando por la carretera que cruza Cabañeros por el norte, al abrigo del pico Rocigalgo entre inmensas fincas sin fin, atravesamos de este a oeste el parque. El monte tapizado de mejorana, cantueso, jara, jaguarzo y retama a la sombra de alcornoques, madroños, quejigos, acebuches, álamos y frenos fue durante más de una hora nuestro único compañero.




En un atardecer “africano” recorrimos montes, vadeamos ríos, en las rañas cual sabanas oteamos ciervos, en los riscos adivinamos águilas y buitres, en el monte bajo intuimos a los jabalíes y en la puesta de sol se nos revelaron cigüeñas negras y blancas.


  


Un vino de la zona y un menú de degustación fueron broche de oro para unas jornadas ricas en sabores, colores y sensaciones.


miércoles, 18 de mayo de 2011

Un isla en el Caribe

Este lunes, distinto al resto, el paseo de sensaciones lo realizamos en otras latitudes, Martinica.


Estrenamos el día muy temprano, en esta época del año, en este paralelo y sin ajuste horario,  la franja horaria de actividades altera notablemente nuestro sentir.


La pasión, el placer de conducir se recuperan en estas serpenteantes carreteras que discurren entre bosques selváticos que llegan a orillas del mar siendo acariciados por las cálidas olas del Caribe.


Precedidos no solo por la reputación de las aguas caribeñas, también por nuestros anhelos, nos sumergimos en una caliente transparencia rica en vida y colores, descubriendo un concierto de nuevas impresiones.



Después de disfrutar de la avalancha de emociones que por fuerza nos pareció escasa en el espacio tiempo, regresamos a tierra firme, impactados y hambrientos, planeamos endulzarnos y buscar un lugar donde saborear los alimentos criollos.
La oferta es característica del Caribe, carne o pescado acompañado de arroz y verduras, todo fuertemente condimentado.


Recorremos varias calas y playas, no existe explotación turística por lo que la gran mayoría mantienen el sabor de las colonias, la mayoría de la población es criolla y viven al son caribeño con grandes influencias de Jamaica, hablan su propio dialecto además del francés, son muy sociables y amables.


Un gran parque botánico en la ladera sur del Monte Pelado, nos embriaga y estremece con vivos colores y penetrantes olores.




El cumulo de sensaciones y emociones fue tal que el deleite nos colmo el lunes, martes…