viernes, 17 de junio de 2011

Cabañeros



Parque nacional, Zona de protección para aves (ZEPA), Lugar de importancia comunitaria (LIC), casi un campo de tiro, el 47 % es propiedad privada, un rincón en los montes de Toledo por cuyos caminos merece la pena perderse, flanqueado de pequeños pueblos.



En un infructuoso intento de domar el monte, se pusieron en práctica diversos planes de explotación que han dejando su huella en la orografía, se mezclan monte bajo, bosques, llanuras, dehesas, valles y gargantas, hasta su protección las grandes fincas se utilizaban para monterías y caza mayor.


Desde Horcajo de los montes, en un paseo de poco más de una hora accedimos entre, quebradas, rocas, escaramujos, lentiscos y romeros a la cascada de la chorrera. Más recibimos del camino que de la misma chorrera que escondida entre arboles y rocas casi pasa desapercibida.



Serpenteando por la carretera que cruza Cabañeros por el norte, al abrigo del pico Rocigalgo entre inmensas fincas sin fin, atravesamos de este a oeste el parque. El monte tapizado de mejorana, cantueso, jara, jaguarzo y retama a la sombra de alcornoques, madroños, quejigos, acebuches, álamos y frenos fue durante más de una hora nuestro único compañero.




En un atardecer “africano” recorrimos montes, vadeamos ríos, en las rañas cual sabanas oteamos ciervos, en los riscos adivinamos águilas y buitres, en el monte bajo intuimos a los jabalíes y en la puesta de sol se nos revelaron cigüeñas negras y blancas.


  


Un vino de la zona y un menú de degustación fueron broche de oro para unas jornadas ricas en sabores, colores y sensaciones.


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