Aunque comparte con Villena la prehistoria del valle, en el reparto de los
reinos, los límites fronterizos lo ubicaron en el lado opuesto, perteneciendo a
Aragón mientras Villena quedo en Castilla, según el tratado de Almizra.
Accedemos al Castillo, prototipo de tiempos algo más alborotados, ahora
alimentado de silencios que entierran su agitado pasado, nos sorprende el municipio,
exigiendo gabela por la visita, que nos resulta aséptica, fría y condimentada con
tecnología en un fracasado intento futurista fuera de lugar.
Por fin salimos del frío pasadizo del tiempo, conquistamos las almenas
de la torre del homenaje y como ave de presa en su atalaya avistamos, la vega
del Vinalopó, la cañada, el puente romano, los montes que nos rodean, de nuevo
retornan las sensaciones, de nuevo gozamos de la capacidad de sorprendernos.
Finalizamos este recorrido en Pozo de las nieves, construcción compuesta
por un pozo recubierto de una bóveda de fábrica, se utilizaba en el pasado para
acumular y conservar nieve, disponer de la misma durante el verano.
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