miércoles, 18 de mayo de 2011

Un isla en el Caribe

Este lunes, distinto al resto, el paseo de sensaciones lo realizamos en otras latitudes, Martinica.


Estrenamos el día muy temprano, en esta época del año, en este paralelo y sin ajuste horario,  la franja horaria de actividades altera notablemente nuestro sentir.


La pasión, el placer de conducir se recuperan en estas serpenteantes carreteras que discurren entre bosques selváticos que llegan a orillas del mar siendo acariciados por las cálidas olas del Caribe.


Precedidos no solo por la reputación de las aguas caribeñas, también por nuestros anhelos, nos sumergimos en una caliente transparencia rica en vida y colores, descubriendo un concierto de nuevas impresiones.



Después de disfrutar de la avalancha de emociones que por fuerza nos pareció escasa en el espacio tiempo, regresamos a tierra firme, impactados y hambrientos, planeamos endulzarnos y buscar un lugar donde saborear los alimentos criollos.
La oferta es característica del Caribe, carne o pescado acompañado de arroz y verduras, todo fuertemente condimentado.


Recorremos varias calas y playas, no existe explotación turística por lo que la gran mayoría mantienen el sabor de las colonias, la mayoría de la población es criolla y viven al son caribeño con grandes influencias de Jamaica, hablan su propio dialecto además del francés, son muy sociables y amables.


Un gran parque botánico en la ladera sur del Monte Pelado, nos embriaga y estremece con vivos colores y penetrantes olores.




El cumulo de sensaciones y emociones fue tal que el deleite nos colmo el lunes, martes…

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